Estaba disfrutando del sol en una playa, cuando
apareció un matrimonio con una bebita de
unos dos años y una niñera. Inmediatamente llamaron mi atención. Tanto,
que no podía dejar de observarlos.
Un ayudante rápidamente armó cuatro sillas de playa, una
sombrilla, una mesita y se instalaron.
Los padres de la niña se veían juveniles, lindos y parecían tener un nivel
de vida alto. Poseían muy buena vestimenta, hermosos juguetes para la niña y además,
traían una niñera a veranear con ellos.
Luego de acomodarse, ambos
padres se dispusieron a tomar sol, mientras la niñera, que no tenía traje de
baño, sino una bermuda y remera, corría
detrás de la niña.
El hombre recostándose en su silla, se calzó unos anteojos oscuros que no dejaban traslucir ningún gesto de su rostro. La mujer era muy bonita. Rubia,
con cabello largo y suelto hasta media espalda. Lucía una hermosa malla de dos
piezas que mostraba un cuerpo perfecto; sin estrías y con una piel muy cuidada.
La niña se parecía a los padres, era muy rubia y flaquita. Hablaba todo el
tiempo alegremente, se escapaba hacía la orilla del mar y la niñera la seguía
pegada a ella.
De pronto la niñera giró
hacía donde yo me encontraba y pude ver a
una mujer mulata de unos 35 años, de aspecto muy humilde. Me sorprendió
la expresión de tristeza que emanaban sus ojos. Se mostraba muy amable con la
niña tratando de hacerla jugar, pero no sonreía, sus ojos estaban sumamente
tristes. Eso hizo volar mi imaginación. “¿Que le podría suceder a esta mujer estando en esta hermosa playa?
Parecía a punto de llorar en cualquier momento.
“¿Sería por sus propios hijos?”
Tal vez tenía 2 ó 3 niños pequeños que debía dejar al cuidado de otros para
trabajar…” Todo pasaba por mi mente
mientras la veía perseguir incansable a la traviesa niña.
Mientras tanto, la madre untaba su cuerpo con cremas. Lo hacía con esmero
acariciando sus brazos y sus muslos de
manera muy seductora. Simultáneamente conversaba con su marido. Él, apenas respondía. Luego que terminó con las
cremas, siguió con el arreglo de su
cabello y cuando finalmente decidió recostarse y tomar sol, la niña se acercó a
pedirle algo. La mamá le contestaba muy bien, le daba juguetes y parecía tener
un muy buen trato con la niñera. A su
vez esta, hacía todo el esfuerzo por llevarse a la pequeña y dejar a los padres tranquilos tomando sol.
La niña insistía ante su
madre, escapando del lado de la niñera.
Se sentaba ya sea cerca del padre o de la madre, siempre tratando de llamarles
la atención. El padre ni se movía. En cambio, la madre en un momento tomó su
cartera y fue hacia la zona de los kioscos. En ese rato quedaron solos el padre,
la niñera y la niña.
Fue entonces que el padre, que antes ni se movía, se incorporó rápidamente de su silla playera,
se quitó los anteojos oscuros y empezó a hablar muy animadamente con la niñera.
Esta le contestaba solo con movimientos de cabeza, pero yo desde mi lugar de pocos metros de
distancia, percibía la incomodidad de la mujer de ojos tristes. A tal punto,
que tomó a la niña de una mano y la
llevó a juntar conchillas por la playa.
Luego de un rato regresó
la madre con golosinas y también regresaron la niña y la niñera. La escena volvió a como había comenzado. El hombre se
recostó y reanudó su mutismo.
Surgieron tantas probables
historias en mis pensamientos:
“ El marido
quería conquistarse a la niñera y aprovechaba el rato en que su bella
mujer se iba, para asediarla. La niñera
que era una mujer decente estaba sobre
aviso. Sentía aprecio por su patrona. La trataba tan bien… Ella no quería
ocasionar problemas en la pareja y además necesitaba tanto ese trabajo… De él
dependía el sustento de sus tres hijitos.
Por eso su mirada triste, y su intento de evitarlo cuando tomó a la niña
y se fue a caminar.
La esposa,
tan bonita, no sospechaba nada. Joven y moderna pero algo ingenua, ignoraba los avances de su marido.
El hombre, en cambio, arriesgaba tener una aventura con la niñera de su hija que para más ni siquiera era bonita. Se sentía aburrido de una esposa tan
bella, tan perfecta... Eso estaba bien
para lucirse con los amigos, con sus jefes y compañeros de trabajo. Pero vivir
con alguien tan perfecto todos los días era difícil.”
Estaba en esas
cavilaciones cuando una voz potente me trajo a la realidad:
- El sol está muy fuerte. ¿Que te parece si nos vamos? –interrumpió mi marido.
Resignada a
quedarme sin final, cerré mi silla playera y nos fuimos.
En el camino de regreso al hotel, le relaté lo que había observado y mis
sospechas. Riendose burlonamente, me
dijo:
- Siempre estás inventando historias... ¿Por
qué imaginás a la mujer tan perfecta?
¿Solo por ser bonita? ¿Y si era bella,
pero del tipo bruja, de esas que
vuelven locos a los hombres con sus exigencias? ¿Ehh?
No solamente quedé sin final, sino que se ampliaron mucho mis dudas…
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