Siguiendo con Relatos de Viajes, narro un viaje que me tocó hacer hace varioooss años. (Este relato ya figura en otro de mis Blogs)
En el año 1994 por razones de trabajo, me tocó hacer una pasantía de casi un mes, en una empresa en San Pablo, Brasil.
En el año 1994 por razones de trabajo, me tocó hacer una pasantía de casi un mes, en una empresa en San Pablo, Brasil.
Me
encantaba la idea, así que me preparé. Algunos compañeros de trabajo me sugerían que quedaba bien llevar regalitos
típicamente argentinos para obsequiar a
la gente con la que me relacionara. Así es que compré algunas cajas de
alfajores Habana y como a mi me gustaban de chocolate, los compré solo de chocolate. Compré varias
láminas con figuras de bailarines de tango, otras con caballos criollos, algún mate y algunos llaveros con gauchos.
Antes
de ese viaje, ya había viajado muchas veces
sola y nunca me había pasado nada. En el aeropuerto me iba a estar
esperando alguien de la empresa. Pero nadie me había avisado que me
venía a buscar un mulato
“Increíble” (por lo raro). Era bastante
más joven que yo, alto, espigado y tenía ojos celestes. ¿¿¿Mulato de ojos
celestes???? Sí. Piel que sin ser negra, era morena; esa mezcla rara que no es blanca
ni negra: solo mulata. Era el ingeniero que iba a estar como encargado de mi pasantía.
Después
de recuperarme de la sorpresa, comenzamos a conversar, él en
portugués y yo en español, pero logramos entendernos a la perfección. Resultó
ser muy gentil, muy profesional y muy
correcto. Me llevaba y me traía en su coche todos los días desde el hotel a la empresa. Así que en el viaje, tanto de ida como de vuelta, escuchábamos música brasilera y comentábamos
sobre las costumbres de nuestros países de origen. Me recomendó varias visitas
que podía hacer en la ciudad sin correr grandes peligros. San Pablo
en ese momento era una ciudad para cuidarse y mucho.
Solo
enumero "algunas" de las cosas que me pasaron,
ya que daría para varios capítulos contarlas.
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Un
taxista me vio cara de “no soy de aquí”
y me llevó por donde quiso. Me
asusté bastante y cuando le dije que no me estaba llevando al lugar correcto, se ofendió y casi me deja plantada en medio de una autopista. No lo hizo, pero me dejó en un barrio del cual me costó volver.
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Una
tarde salí de compras al centro comercial. De pronto observé que por la misma calle que yo transitaba, venía una barra de niños, serían unos 20. Los llamaban “pirañitas” (En toda América
Latina llaman con ese nombre a estas barritas). Me escondí como pude en un
negocio. Los vendedores me dejaron pasar y seguidamente, bajaron las persianas hasta
que se fueron. Me comentaron que siempre lo hacían y no solo ellos, sino todos
los negocios. ¡¡¡Que susto!!!
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Aprendí
a comer por Kg. ya que en los restaurantes en ese momento, se imponía la moda
que aún hoy existe, de comer y abonar por el
peso en Kg. del plato de comida.
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Me
hice de muchísimos amigos que me pasaban recetas de comidas típicas de las
regiones de donde provenían, pues San
Pablo es muy cosmopolita. Todos eran trabajadores de las empresas a las que yo
iba.
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Cuando
uno de los últimos días repartí los regalos, se peleaban entre ellos por las láminas de
caballos y las de bailarines de tango. Por supuesto no me alcanzaron los
regalos y algunos hasta quedaron un poco enojados...
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En
cuanto a los alfajores, yo los tenía en el frigobar de la habitación del
hotel. En la empresa, aire acondicionado, solo
tenía el jefe máximo, los demás nada y
el calor era insoportable. Me
causó mucha gracia ver que se comían los alfajores que yo repartía, con el chocolate totalmente derretido y
chorreando, pero encantados.
En
las recorridas que hice por San Pablo y Río de Janeiro observé que lo del “mestizo con ojos celestes” que a
mi me había impactado tanto, se repetía en otras rarezas. Había tanta mezcla de
razas.... se veían negros con ojos rasgados como los chinos. Sobre todo en el
barrio chino de San Pablo, donde he
visto mujeres morenas con ojos rasgados (chinos/japoneses) ¡¡Hermosísimas!! Personas muy rubias, pero
con rasgos bien indígenas...etc.
Fue
una experiencia muy linda y enriquecedora. Yo había ido muchas veces a Brasil
como turista, pero no era lo mismo verlo desde otro aspecto, el de un trabajador más.
Gely
El viajar nos enriquece y nos da la cultura que el libro no puede lograr. Hermosa experiencia has contado. Única. Y grandes anécdotas! Te mando un beso muy grande! Tengo fb, porfa mandame un mail a laplumabastarda@gmail.com así nos pasamos los datos y podemos contactarnos por ese medio social.
ResponderEliminarBesotes Gely!