Relatos de Viajes: Es otro relato de Horacio Navarro sobre un viaje que realizó siendo un joven recién egresado, pero hace unos cuantos años... ¡Gracias por la contribución!
La idea original, dado el lugar de los acontecimientos, fue
la de escribir este relato en alemán, aprovechando el ya comentado dominio que
tengo de la lengua de Goethe, pero para evitarles a los lectores la
necesidad de un traductor Alemán-Español y a mi uno Español-Alemán, decidí evitar intermediarios y hacerlo directamente en castellano, no sin antes
reconocer el importante peso que tuvo la sabia opinión de mi esposa cuando me
dijo “¡ DEJATE DE PAVADAS !”.
Este
relato transcurre en Karlsruhe, una ciudad ubicada al Sud-Oeste de Alemania,
pero comienza volviendo de Frankfurt.
Un
compañero de trabajo de Argelia y luego muy buen amigo, Alemán él, al enterarse
que iba a su país, me enseñó y dio anotadas un par de palabras, que aún
recuerdo, como para salir de un apuro: “¿Wo?”, que significa “¿Dónde?” y creo que
era “Ich spreche kein Deutsch”, que significa: “No hablo Alemán”.
El
traslado de Frankfurt a Karlsruhe lo hice en un tren que en esa época ya andaba
a 150 km/hr y el cual tenía camarotes para seis personas en lugar de los
asientos comunes. No viajaba mucha gente y a mí me tocó uno compartido solo con
una señora mayor que entró al mismo ya tejiendo y saludando amablemente.
Luego de una gentil inclinación de cabeza como para no pasar por mal educado,
me concentré en mirar por la ventana para tratar de no perderme nada de todo lo
nuevo que veía. Partió el tren y el tácito acuerdo con la anciana, de ella
tejer y yo mirar por la ventana, funcionó por unos cuantos kilómetros, hasta
que la señora me dirige la palabra. Alzando mis hombros al tiempo que separaba
las manos y ponía mi mejor cara de desorientado, traté de significar que no la
entendía. Si me hubiera desnudado, convertido en el hombre araña, o ahorcado,
la señora no lo hubiera notado pues sin prestarme la menor atención ni levantar
la vista del tejido, continuó hablándome. Luego de otros tantos kilómetros, me
dio pena el supuesto diálogo que mantenía la anciana conmigo y, sacando el
papelito para no equivocarme, le espeté sin previo aviso el “yo no hablo
Alemán”. Ahí sí levantó la cabeza, me miró y dijo “Ah, ja, ja - (Ah, sí, si)”,
tras lo cual siguió hablándome los 35 minutos de viaje que quedaban.
Resultado
de la experiencia: el axioma de que, la naturaleza femenina, es independiente de
la etnia y el idioma, se cumple.
Llegué
a la casa de mis amigos pasada la media tarde y previo sacudirme en la vereda
todas las palabras que me habían quedado encima, entré. Ellos se estaban
preparando para asistir a una reunión de despedida que les hacían, así que les
pedí que me dejaran en el centro de Karlsruhe para cenar y tomar un café.
Ya en
el centro, caminé un poco conociendo la ciudad, entré a un estanco a comprar un
habano pero más que nada por el aroma que salía de la tabaquería y además para
ver el interior que era una belleza. Con mi puro en el bolsillo, fui a la
búsqueda de un restaurant. Pasé por varios pensando que en Alemania era el día
del gastronómico ya que todos estaban cerrados hasta que un cartelito, en inglés,
me señaló que cerraban a las 20:30hs... Continué mi paseo dispuesto a cenarme
un puro, cuando veo un lugar abierto que se llamaba “Il Tio Julio”. Miro el
interior y veo al frente un mostrador con tres hombres no muy altos, tez
tostada y que por debajo de una gorra, se vislumbraban cabellos oscuros o que
se notaban que habían sido oscuros, como escapados de la película, EL Padrino y
al fondo, bajando unos escalones, un salón con mesas que no dejaban dudas que
era un restaurant y que, al asociar todo al nombre del local me dio la certeza
de haber encontrado una pizzería.
Haciendo
un aparte, ¿les pasó viajar con esas guías que te enseñan frases y respuestas
específicas a cada ocasión en la lengua nativa del lugar? Por ejemplo, si lo
que uno quiere es pedir un café, la guía indicaría: “un café s’il vous plaÎt”,
“a coffe please”, “ein Kaffee bitte” y la respuesta que da la guía es un “si
señor” en cada uno de los idiomas.
Bueno,
entré para ir al restaurant y un rubio germano, alto y que nada que ver con los
otros tres, apareció detrás del mostrador y muy amablemente me soltó un montón
de palabras a las que yo les asigné el sentido de “el restaurant está cerrado”.
Siguiendo la consigna de la guía, me senté al mostrador y pedí “ein Bier bitte - (una cerveza por favor)”,…Guía y
la…, por supuesto que la contestación no fue - si señor -, sino algo muy
distinto a lo que yo solo alcancé a retener la última palabra y repetirla. El
barman dio media vuelta y volvió con un vaso de unos 10cm de diámetro y unos
25/30cm de alto repleto de cerveza que parecía más bien un surtidor de nafta
común. Resignado, me propuse tomar hasta donde pudiera e irme a dormir. En eso
estaba cuando entra una pareja, le dice algo al barman y siguen para el
restaurant. No dudé, me levanté y enfilé raudo al salón dispuesto a seguir
adelante dijera lo que dijera el barman. Logré llegar a una mesa y sentarme con
aire de triunfo o más bien con hambre de pizza. Me encontraba muy entusiasmado
viendo las variedades que ofrecía en italiano la parte traducida del menú,
cuando mi entusiasmo se enfrió al ver acercarse al barman rubio germano,
alto y con mi vaso de cerveza dejado en el mostrador. Lo primerié y antes que
volviera a decir algo inentendible, le confesé que no hablaba alemán y en algo
parecido al italiano, le pedí una pizza de anchoas y un “vino bianco” porque,
aunque me gusta el tinto, no sabía como pedirlo. Regalándome una cordial
sonrisa, el rubio germano, alto me contesta, “il
signore non è tedesco, io sono italiano (el señor no es alemán, yo soy
italiano)”. Me acompañó charlando como pudimos, mientras comía mi pizza de
anchoas y compartimos el vino.
Si alguien sabe cómo volví a la casa después de haber
tomado prácticamente solo una bruta cerveza y casi una botella de vino, por
favor escríbame.
Horacio Navarro
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