lunes, 29 de diciembre de 2014

Viaje en un subterráneo de Buenos Aires

Hace unos cuantos  años,  estando en Londres,  me sorprendía ver  en muchas estaciones del Metro músicos  tocando diversos instrumentos: Flauta, Saxo, violín, guitarra, charango, e inclusive llegué a ver cantantes y bailarines.
En ese entonces,  en los subterráneos de Bs. As.  aún no se veían, como hoy en día, músicos y actores.  Vendedores, sí, de los más variados artículos.
Esta semana viajé en una línea del subte (Metro) de esta inmensa ciudad. No suelo utilizarlo muy seguido.
Tuve que ir al centro por unos trámites. Pleno Micro-Centro de Bs. As. Para volver a mi casa tomé el metro. Es un  viaje que  normalmente dura de 30 a 35 minutos. Como eran las 11:30 hs. de la mañana,  no había tanta gente y logré sentarme cómodamente. Pasamos dos estaciones y los asientos ya se habían completado.
En una de las paradas, subió una señora de unos 30 años, vestida modestamente, con cara de “muy sufrida”.
A medida que pasaba por delante de  los pasajeros, dejaba sobre la falda de cada  uno, una lapicera  empaquetada en un blister. La ofrecía por $10.
De entrada  dije que no  quería y di las gracias. Luego empezó a recogerlas  (observé que  nadie  compraba). Ella, iba colocándolas dentro de una caja a medida que las retiraba y  contaba la cantidad de lapiceras que tenía. Algo no salía bien en sus cuentas y pasaba de nuevo, una y otra vez, viendo si había quedado alguna sin recoger sobre un  asiento.  Pasó tantas veces, que la gente empezó a mirar si la lapicera faltante,  había caído por algún lado.

Estaba en eso la situación, cuando en una estación subieron dos jóvenes: una mujer y un hombre.
Empezaron a discutir entre ellos. La discusión iba subiendo de tono, al punto que la vendedora  interrumpió la búsqueda y se quedó en un costado mirando. Parecía que discutían por celos. Ella le recriminaba al joven que era un caso perdido y que mujer que veía, quería conquistarla, aún delante de ella.
Me di cuenta enseguida que la situación era falsa. Se trataba de actores ambulantes que suelen ir por los subtes y hacen un pequeño “número preparado” para luego pasar la gorra. Obviamente, la escena que dura 2 ò 3 estaciones, termina bien. La parejita se reconcilia con besos y abrazos.

Cuando los actores comenzaron a pasar los sombreros para recaudar algún dinerillo, la mayoría de la gente  depositó una  propina, yo también.

Todos nos habíamos olvidado de la mujer, pero ella dijo  en voz alta:
—A mi me falta una lapicera. ¿Nadie la vio? Y dirigiéndose a los actores,  dijo bien fuerte:
— ¡Ustedes si que deben tener la heladera llena!
 Ellos la calmaron, le palmearon la espalda y bajaron en la siguiente estación.
La mujer emprendió nuevamente la búsqueda. Entonces, un señor mayor, le pregunta:
— ¿Cuanto vale la lapicera que perdiste?
— $10.
El Sr. saca su billetera y le da un billete de $20. Ella, hace amago de darle el vuelto, pero el hombre  dice:
—No. Quedatelo por favor.
La mujer lo mira sorprendida y  da las gracias muy emocionada. Los pasajeros empiezan a aplaudir al hombre. Alguien  grita:
 —¡¡Grande maestro!!

Instantes después desaparece la vendedora y ya casi llegando al final del recorrido, sube un grupo de  músicos latinoamericanos. Esta vez eran tres,  con: guitarra, quena y charango. Comenzaba otro acto, pero yo tenía que bajar.

Mientras subía la escalera mecánica, meditaba: cuantas cosas que pueden suceder en 30 minutos y que variedad de personajes  deambulan por una ciudad. También pensaba que algunas personas, como este hombre que le dio el dinero a la vendedora, nos reconcilian con nuestros semejantes.

En cualquier ciudad  suceden historias,   basta con tener la mirada atenta para encontrar una, y hay millones.

2 comentarios:

  1. Me encantó Angelica, te felicito por tu nuevo blog y de aquí no me muevo porque me encantan las historias.
    Yo también uso el transporte público o mi bicicleta, me encanta soñar y observar la gente, el paisaje, los árboles, los pájaros, me encanta subir al bus y mirar, una pena que la mayoría de las veces la gente está con su cara pegada a la pantalla de los teléfonos pero es loco porque la gente que no lo usamos en esos momentos es como que se forma un lazo de complicidad, nos miramos a los ojos, nos sonreímos y observamos y disfrutamos!
    Me encantan tus relatos, voy a esperar ansiosa al próximo.
    Feliz año nuevo mi querida y mágica amiga.
    Besitos

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    1. Muchas gracias Vicky, te deseo lo mismo a vos para este nuevo año!! Abrazo grande desde esta calurosa ciudad!

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