miércoles, 14 de enero de 2015

DE BUENOS AIRES A ARGELIA - (1ra. parte)

Horacio Navarro, quién ya publicó en este blog el relato: 
http://relatosimprevistos.blogspot.com.ar/2015/01/argelia-desierto-del-sahara.html
 Envía nuevamente como colaboración,  la historia detallada de como llegó a trabajar y vivir en "El desierto del Sahara".  Esta parte la  va a desarrollar en capítulos para que podamos seguirla mejor. Para ello rescató  una fotos que tienen 42 años. Gracias!!!
 
El de arriba de todo soy yo (Horacio muy jovencito), el del medio el camello y el de abajo un Tuareg.
Este relato, es temporalmente anterior al de “ARGELIA, desierto del Sahara”, en especial porque aquí fue donde comenzó a correr el año 1973 y, al igual que en el relato anterior, yo también corría pero por el aeropuerto, o sino perdía el vuelo con el cual iba a comenzar mi viaje al continente africano. El itinerario era salir de Argentina, escala en Francia para cambio de avión y final en Argelia.

En el pre-embarque, me avisan que los aeropuertos de Europa, estaban afectados por una huelga general de controladores aéreos así que era muy probable que el vuelo desviara a Londres si no podía hacerlo en París para la combinación a Argelia, lo que me hizo dar una carrerita corta, pero esta vez de alegría (¿será por tanta carrera que ahora vivo cansado y sin ganas de hacer nada?). La compañía para la cual trabajaba, había coordinado todo para que alguien, con un primoroso cartelito con mi nombre, me esperara en el aeropuerto en Argel capital y, luego de pasar la noche allí, me ayudaría a tomar, al otro día, el vuelo a Hassi Messaud** , que se encuentra a unos 1000 Kms de Argel capital, en pleno Sahara.
Mis padres, hermanos, tías y abuelos habían venido a despedirme, todos muy contentos por el futuro que yo tenía por delante y en especial por los miles de kilómetros que ellos iban a tener por delante separándonos. De esto último me enteré después.
Ante la posibilidad del cambio de itinerario y como la compañía tenía oficinas en Londres, le pedí a mi padre que avisara en la empresa sobre esta contingencia para que, en caso de darse, me esperara alguien en el destino alterno. Por supuesto no había ninguna razón por la cual el efecto “teléfono descompuesto” no se cumpliera también en estas circunstancias, y, lo que quedó entendido para el resto del mundo excepto para el piloto y para mí, es que no iba a Paris, sino a Londres.
El vuelo partió y aterrizó en Francia sin inconvenientes. Averigüé por mi vuelo a Argel y me dijeron que iba a salir pero con unas horas de retraso. El aeropuerto se encontraba prácticamente vacío, así que aproveche a caminarlo por horas, observando todo con curiosidad y asombro como si lo viera por primera, y ciertamente, era mi primer vuelo internacional. Pero lo que conmovió mis fibras de técnico en electrónica recién egresado, fue cuando ví, en un anaquel de lustrosa madera forrada de Terciopelo azul, una primorosa cajita también de madera y forrada de Terciopelo rojo, con lustrosos bronces de adorno y, en su interior, una calculadora con display de LEDs que, aunque no lo crean, sumaba, restaba, multiplicaba, dividía y juro que hasta sacaba raíz cuadrada!!!. Quien sería el afortunado que podía pagar los 400 dólares que costaba esa maravilla de la tecnología.
Estaba aún imaginando a mis dedos deslizándose sobre el delicado teclado digitando números, cuando avisan por los parlantes del embarque de mi vuelo, el cual venía haciendo escala en Paris antes de Argel y al cual abordamos, no recuerdo bien, si cuatro o cinco personas. Previo a lo que sigue, quiero hacer una pequeña composición de lugar sobre quien era yo: muchacho (en ese entonces) argentino, de la capital, sin problemas raciales, solo porque en Argentina existían prácticamente todas las razas y muchas europeas, viajando como era costumbre en ese tiempo, de traje y corbata. Sumo a esto mi completa ignorancia de los países árabes, solo mitigada por las películas sobre el norte de Africa tipo “Casablanca”, “Lawrence de Arabia”, “Rommel, el zorro del desierto”, “El Secreto del Sahara”, etc...
Continuo. Al entrar al avión y dirigirme a mi asiento, quedé casi petrificado ante la visión de un sin fin de trigueños árabes con turbantes y túnicas y sentí la seguridad interior que, en un secreto acuerdo, estaban mirándome y repartiéndose que parte de mi cuerpo iba a cortar cada uno, sin siquiera imaginarme que ellos, en realidad, me miraban sospechosos de que el occidental loco, y ridículamente vestido, llevara una bomba y los hiciera volar en pedazos. No tengo dudas que me salvó la orden del comisario de abordo, dicha en árabe primero y francés después, de “prohibido matar al extranjero”, que según pude entender más adelante, en realidad fue “ocupar sus asientos y ajustarse el cinturón de seguridad para el despegue”, lo que me da lo mismo ya que en ese momento, yo me sentí a salvo y ocupé mi lugar debajo del asiento, al igual que hicieron todos ellos, a excepción del piloto y copiloto porque los sacó la azafata.

Aeropuerto de Argel. Se alcanza a divisar una mujer con el Hiyab Blanco
Un corto viaje hasta Argel, desentumecimientos de músculos general, consecuencia de viajar debajo del asiento, alegría de la azafata porque ninguno la molestó pidiéndole cosas desde allá abajo, pasar por migraciones y aduana en las condiciones ya contadas en el relato anterior pero sin mate, y la relajante entrada autorizada, al territorio Argelino.

Hassi Massaud en 1973
Calle de La Casbah con el Minarete coronando el punto más alto
**Hassi Messaoud significa “pozo de agua de Messaud”

1 comentario:

  1. Que experiencia tan interesante, Horacio. Más aún siendo tan joven como eras en ese momento. Cuanto deslumbramiento!!! Espero próximo capítulo.

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