martes, 20 de enero de 2015

Acampantes bien provistos

Año 1975. 
Planificamos pasar unos días en un camping de Necochea. (Costa Atlántica de la Provincia de Buenos Aires). Por ese entonces éramos muy jóvenes y solo teníamos a  nuestra primera hija  de  apenas un  año y medio. 

Nuestro auto era un  DKW color azul, modelo 1966, que ya era usado cuando lo compramos. Por eso siempre estaba mi marido haciéndole algún arreglito. Ustedes preguntarán si él sabía algo de mecánica?? Absolutamente NO! Pero igual lo intentaba.


 Nos acompañaban  mis cuñados (Luís y Gaby) que aún eran novios, y mi suegra.  Ellos tres iban en el coche de Luís, un Fiat 128 flamante. La idea era hacer base en el campamento durante 10 días  y  aprovechar para pasear por los alrededores visitando otros pueblos y otras playas. Para eso llevamos 2 carpas.


En el camping,  armamos una frente a otra y entre ambas colocamos un sobretecho que unía a ambas carpas formando un “estar grande”. Instalamos la cocina de campaña, mesa y sillas de camping. Allí cocinábamos, jugábamos a las cartas, al dominó, en fin pasábamos nuestros ratos libres…

Vicenta, madre de Luís,  cuando se enteró que nos íbamos,  generosamente nos envió un souvenir para el viaje. Ella conocía una fiambrería de ventas al por mayor,  así que nos compró una lata de galletitas de agua de 4 Kg. y una mortadela enorme. 


La mortadela pesaría unos 5 k.o. y tenía una extraña forma geométrica: Nos dijo que era del tipo Bocha y ese fue el nombre con la cual la bautizamos: “La Bocha”.




 MORTADELA BOCHA
Descripción
Elaborada con carnes seleccionadas de porcinos y bovinos. y trozos de tocino de cerdo mezclados en exacta proporción. Embutida en vejiga natural. Ideal en sándwiches, platos fríos y picadas ya que su consistencia permite un excelente feteado.
Conservación
45/60 Días
Presentación
3,5 Kg. a 5 Kg.


 Nos entusiasmamos tanto con el obsequio que fuimos a una casa de camping y compramos especialmente para “La Bocha” una fiambrera de esas que  se colgaban de la rama de un árbol. Venía fabricada con un tejido plástico calado, de forma que permitía pasar el aire en su interior. Además traía varios  estantes y un cierre,  por lo cual lo que se guardara ahí,  quedaba aislado de las moscas y otros bichos.



El primer día  que regresamos de la playa  corrimos todos a la fiambrera.
Allí nos esperaba La Bocha, para la picadita o el sándwich. Al cortarla  pasó a ser “La Mocha” (palabra que significa “Sin punta”).
Era tan rica,  que  no  puedo hoy después de tantos años, olvidarme el deleite de saborearla. Luego la guardábamos celosamente en la fiambrera para que no se arruinara, hasta la próxima vez.



Comenzamos a recorrer los alrededores de la zona de Necochea y  nos  llevábamos algunos sandwichitos de La Mocha;  por si nos daba hambre...

Un día fuimos a conocer la ciudad de Balcarce y en lugar de preparar previamente los sándwiches,  llevamos directamente La Mocha  en la canasta de provisiones junto con el pan y el mate. Cuando la íbamos a cortar,  nos dimos cuenta que no traíamos una tabla donde apoyarla. A alguien se le ocurrió poner La Mocha sobre el capó del DKW y cortarla allí, encima de un papel.
No hace falta relatar que el capó del DKW se manchó horriblemente con la grasa de la mortadela. Un manchón importante. Allí mismo lo lavamos pero no salía. Dijimos:
-En el camping lo lavamos con detergente y  va a salir.  Pues no,  No salió. La mancha estaba fija en su lugar. Probamos con detergentes especiales para automóviles y nada.
Pero la historia no termina aún. Nuestra Mocha causaba tanta sensación entre los vecinos acampantes,  que al que se acercaba a preguntar de donde la habíamos traído, generosamente le ofrecíamos una pequeña degustación e incluso hasta algunos perros  venían a ladrarle a la fiambrera.

Una noche llovió y corrimos a poner la Mocha a resguardo, pero nos olvidamos de la lata de galletitas; se ve que no había quedado bien cerrada y el contenido apareció completamente deshecho. Se había transformado en una pasta amorfa y tan desagradable  que ni los perros, ni los pájaros del camping la quisieron.

Pero un día después,  nos levantamos y mientras desayunábamos, uno de nosotros, creo que fue Luís, gritó:
- ¡¡¡Nos robaron la Mocha!!!!

Nuestra tristeza  fue grande. La buscamos por todo el camping y nunca más la vimos. Eso sí,  el que la robó,  tuvo la delicadeza de dejarnos la fiambrera.

Debo confesar que nunca se fue la mancha que dejó La Mocha en el capó. Vendimos el coche con ella. El capó del DKW llevaba el sello imborrable de La Mocha.


                                                                                                                         Gely

5 comentarios:

  1. A la mocha la habrán robado de ustedes pero dejó su firma imborrable y seguramente eterna en el capó del auto que le sirvió de tarnsporte!
    Hermosa historia!
    Te mando un beso muy grande querida Gely!

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  2. Muchas, pero muchas gracias!!! Un abrazo!

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  3. Veo que Comidas con Historia sigue presente. Muy tentador el relato, no recordás quien compró el DKW como para ir a mojar un pancito en el capot?. Cariños

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    1. Hola Horacio: Comidas con historias siempre va a tener un rinconcito en este blog.
      En cuanto al DKW pusimos un aviso en Clarin con el precio de venta. El primero que llegó, recuerdo era un muchacho joven, se lo llevó. El DK no arrancaba, hubo que empujarlo, pero igual se lo llevó muy contento. Después nos dimos cuenta que lo ofrecimos a un precio regalado, porque ese dia me la pasé atendiendo el timbre de calle, vinieron más de 20 personas a querer comprarlo y a cada uno tenía que explicarle que ya lo había vendido.
      Con ese coche tuvimos aventuras increíbles!! Algunas de ellas precisamente están relatadas en "Comidas con historias". Un beso grande!

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  4. QUE LINDO EL DKV TUVE UNO EN MI JUVENTUD GRATOS RECUERDOS

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