Hace unos días se cumplió un
aniversario más de la muerte de un popular cantante argentino llamado Roberto
Sanchez. “Sandro” era su nombre artístico. Un personaje muy querido. Por eso me
acordé de esta pequeña historia que me la contó una amiga, para que yo la
escriba. Espero que haya quedado lo más parecido a su relato original.
Me llamo Laura y pregunto:
- ¿Quién no tuvo un ídolo cuando fue adolescente?
- Estela, mi hermana menor, lo tenía.
Yo le llevo 4 años y
ella tenía alrededor de 14 años, cuando sucedió lo que paso a contar:
Estábamos fines de la década de los 60 aproximadamente. No
recuerdo la fecha justa. Pero había un
cantante muy popular llamado Sandro, que trastornaba a mujeres de todas las edades. En ese entonces
él, estaba en su plenitud. A mi particularmente no me movía ni un pelo, pero a
Estela la enloquecía. El era muy atractivo y lo llamaban “El Gitano”, pues
tenía un aire de ese tipo. Debo aclarar que cuando fui mayor, Sandro me empezó
a gustar y me gusta hasta hoy en día.
Volviendo a la historia, Estela comenzó a escribirle cartas.
Pasaba días redactando, corrigiendo el texto, viendo en que tipo de sobre la
iba a enviar. Cuando finalmente daba por terminada la carta, se dirigía al
correo. No estaba cerca, había que caminar unas 15 largas cuadras hasta llegar
a él. Entonces compraba la estampilla y
despachaba su adorada carta. Para mi era un misterio cómo había
conseguido la dirección de la casa de Sandro.
Luego seguía la agonía de la espera. Todos los días
perseguía al cartero para ver si por distraído, no se le había pasado la
dirección de nuestra casa. Pero no, era que Sandro no contestaba.
Yo la cargaba y con bastante crueldad, le decía:
Pero vos estás loca si pensás
que te va a contestar…
Como se
tenía mucha fe, me respondía:
Sí. ¡Me va a contestar!
Este
devenir duró como un año y medio. Enviaba la carta y esperaba… Luego otra y
volvía a esperar. La respuesta jamás llegó.
Finalmente
un día decidió que iba a ir personalmente a la casa de él, en Banfield.
Golpearía su puerta y Sandro en persona la atendería.
Yo en
el tren de seguirle la corriente, le preguntaba:
¿Y qué le vas a decir cuándo
salga?
¿Porqué, nunca contestó mis
cartas? Eso le voy a decir.
Pero es que no te responde a vos
y a ninguna de sus miles de admiradoras le decía.
No podes comparar, lo mío es distinto. ¡Yo lo amo!
¿No entendés que todas sus Fans
lo aman? Anotate al club de admiradoras…
No. ¡Eso no! Yo no quiero ser una más del montón. Voy a
hablar personalmente con él.
¿Cómo
logró convencerme? No sé, pero la acompañé ya que ella era muy chica para hacer
sola semejante viaje. Vivíamos en el oeste del conurbano y hasta Banfield era
un tirón con dos trenes y colectivos.
Salimos
temprano con una excusa. Algo como “que pasaríamos el día en casa de una prima…”
Llegamos.
La casa de Sandro era muy grande y la rodeada un alto muro. Tenía una entrada principal,
donde ya había varias mujeres jóvenes gritando:
¡¡Sandro!!... ¡¡Vení!!… Tus nenas
te quieren ver…
Mientras
esperábamos yo entablé conversación con un señor, quién me contó que él venía
una vez por mes a acompañar a su mujer, fanática total del ídolo.
Pregunté:
¿Y suele salir a saludar a las
fans?
Depende me respondió A veces sale al balconcito ese
¿Ve? Saluda unos minutos y luego entra. Pero hay veces que ni aparece.
¿Y entonces que hacen?
Nada. Lo llaman a los
gritos, pegan carteles en las paredes,
le dejan cartas y luego se van. El barrio ya está acostumbrado…
Esperamos casi dos horas… Cuando Estela se convenció que Sandro
no iba a salir, me dijo:
Bueno, volvamos a casa.
Durante
el viaje de vuelta no dijo una sola palabra, pero yo le veía una inmensa tristeza
en la mirada. A partir de ese día nunca más lo volvió a mencionar.
Un saludo.
Laura.
Muy lindo relato Laura! Gracias!
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